Mark Twain una vez dijo, “Yo soy un hombre anciano y yo he conocido muchos problemas, pero la mayoría de ellos nunca han sucedido.” Estamos viviendo en una época loca de la historia humana. La presión alta y el paso rápido de los tiempos han producido una generación de personas que se existen mayormente en bebidas frías, chicle y pastillas para el dolor. Nuestra generación come rápido el desayuno, va de prisa a la oficina o tienda, de carreras regresa a casa a través de mucho tráfico, lee una revista favorita, mira un programa en la televisión, toma una pastilla para la gastritis y luego termina el día. Una persona dijo, “Yo tengo tantas preocupaciones que si algo me sucede hoy, pasarán dos semanas hasta que tendré el tiempo para preocuparme por ello.”
1. La Causa De La Preocupación
Dios nunca propuso que los que le siguen a Él deben ser almas derrotadas y desanimadas, buscando en vano paz de corazón y de mente. Sin embargo, parece que las personas Cristianas son sujetas a la enfermedad de la preocupación.
Los quehaceres de la vida son una causa de la preocupación. Preocupaciones del hogar, del trabajo y del negocio, miedo de las condiciones mundial, preocupación por la mala salud, problemas financieros todos aquellos producen bastante preocupación hoy día. También, el ambiente del mundo causa preocupación. La preocupación, como una fiebre, es contagiosa. Las personas alrededor de nosotros en el mundo, se preocupan, y nosotros tenemos la tendencia de ver las cosas en una manera mundana. Jesús dijo, mientras señalaba que no debemos preocuparnos tanto por de la comida y ropa, “Porque los gentiles (paganos) buscan todas estas cosas” (Mateo 6.32). La preocupación es pagana y mundana.
Otra causa de la preocupación es un desconocimiento de la naturaleza de Dios. La oscuridad y el desánimo agarrarán el alma si uno no comprende por fe la realidad de un Padre amoroso y cuidadoso. Él es Aquel que cuida a los que son de Él. Jesús dijo que no debemos tener pensamientos afanosos por el mañana. Seguramente Él quiere decir que no debemos preocuparnos por el día de mañana, y que debemos encomendar cada día (con todas sus necesidades) en las manos de nuestro generoso Padre celestial. Jesús dice que debemos recordar las aves y las flores. Dios provee por ellas y un Dios que cuida las aves ciertamente proveerá por los santos.
2. La Maldición De La Preocupación
La preocupación nunca mejora las cosas. Usualmente las empeora. La preocupación daña a aquel que se preocupa. Mentalmente, él llega a ser incapaz de pensar y actuar con cuidado si las preocupaciones innecesarias controlan su mente. Físicamente, los doctores dicen que una carga de preocupación causa que el estómago emite jugos que son dañosos a la salud de uno, y también daña la resistencia a las enfermedades. El desánimo y la preocupación nublan nuestra visión espiritual y debilitan nuestro deseo de orar y meditar. Jesús dice, “Pero los afanes de este siglo . . . ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 4.19).
La preocupación es dañosa para otros. Nadie vive para sí (Romanos 14.7), y siempre trae desánimo tener que escuchar los problemas de aquellos que no viven en el lado donde da más el sol. Amigos y vecinos nos observan para ver como soportamos nuestras pruebas y pérdidas. Si ellos observan como algunos de nosotros nos preocupamos, andamos como alma en pena, perdimos esperanza y nos derrumbamos cuando caemos en tiempos difíciles, como si no tuviéramos una fuente de ayuda, entonces ellos tienen todo el derecho de dudar la realidad de nuestra fe.
La preocupación es dañosa también a la reputación de Dios como un Padre que realmente cuida a Sus hijos. Dios es omnisciente. Él sabe todo. Ninguna necesidad puede venir en nuestras vidas que le tomará por sorpresa. Uno que se preocupa implica que Dios no se pone interés o que es incapaz de hacer frente con nuestra situación.
3. La Cura Para La Preocupación
Las Escrituras ofrecen una vida de paz, una vida libre de preocupación. Jesús dice, “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido el mundo” (Juan 16.33).
Los que están en Cristo pueden tener paz, primeramente, por medio de confiar. “Confiar” significa “creer firmemente en la honestidad y veracidad de otro”. Uno no puede confiar en Dios y preocuparse al mismo tiempo. Por esta razón John Wesley una vez dijo, “Yo prefiero usar palabrotas y jurar que preocuparme.” Los Cristianos creen la promesa de Hebreos 13.5-6 que dice, “Sean contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre.”
Podemos tener paz también por medio de amar. Romanos 8.28 dice, “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.” Hudson Taylor, el misionero pionero al interior de la China, dijo, “De los mil problemas y preocupaciones que nos rodean en la vida, 999 de ellos trabajan juntos para nuestro bien—y uno más también.” Sin embargo, tenemos que recordar que los que aman a Dios guardan Sus mandamientos. Jesús dijo, “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14.15). Si nosotros amamos a Dios y estamos guardando Sus mandamientos, entonces todo que sucede en nuestras vidas es Su cita — obrando para nuestro bien final.
Podemos tener paz por medio de orar. La Biblia dice, “Por nada estéis afanoso, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4.6-7). ¡Muchos se preocupan acerca de mañana como que Dios no contesta oración! Pero las Escrituras nos aseguran que podemos tener paz por medio de la oración. Dr. Walter Wilson intentó enseñar esta verdad cuando puso un lema irónico encima de su escritorio: “¿Por qué orar—cuando se puede preocupar?” Aquello expresa la actitud de muchos; Ellos se preocupan en vez de hacer conocidas sus peticiones a Dios por medio de la oración.
La oración no requiere un talento especial. No se requiere la experiencia anterior. La primera oración de un cristiano recién nacido puede ser tan eficaz que la oración refinada de un profesional. No se preocupe por nada, sino sean conocidas sus peticiones delante de Dios en toda oración y ruego.
Finalmente, podemos tener paz por medio de echar nuestra ansiedad. “Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios . . . echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (I Pedro 5.6-7). Hace años había un hombre caminando en una calle en el campo, cargando un saco de papas en la espalda. Un hombre pasando en caballo y carreta le invitó a acompañarle en la carreta. El peatón subió la carreta y se sentó. Pero mantuvo el saco de papas en la espalda. El cochero notó que el hombre estaba incómodo y le dijo al peatón, “Pon el saco de papas en el piso de la carreta. No tienes que llevarlo en sus hombros.” “Oh no, señor”, vino la respuesta, “Es muy amable de usted ofrecernos esta jalón, pero es demasiado hacer que esos caballos cargan el pesor de estas papas también.” Hay muchos hijos de Dios como aquel hombre. El Señor le está llevando, pero él no deja que el Señor lleva sus cargas. Eche todas sus cargas en el Señor. Deje que Él lleve su carga pesada.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los aviones alemanes bombardearon la ciudad de Londres noche tras noche. Una cristiana ancianita parecía aguantar bien bajo el estrés y alguien le preguntó como ella podría estar tan tranquila día tras día aun con el peligro terrible que ellos enfrentaron constantemente. Ella respondió, “Cada noche yo oro, y a veces me preocupo acerca de lo que Hitler va a hacer durante la noche, pero luego recuerdo que el pastor dice que Dios siempre está velando. Entonces duermo. Después de todo, no hay necesidad de que los dos nos quedamos despiertos.” La Biblia dice, “Ni se dormirá el que te guarda” (Salmo 121.3).
Una niña estaba perdida en el bosque. Ella andaba todo el día, escuchando nada menos sus propios sollozos y el susurro de las hojas bajo sus pies y los palos al desgarrar su ropa. Por fin, totalmente cansada, ella se sentó. Entonces, en la calma ella escuchó los llamados de sus salvadores. Ella tal vez hubiera podido escucharlos antes si ella hubiera estado quieta porque ellos le habían estado buscando y llamando todo el día.
Muchas veces si nosotros dejaríamos de quejarnos, nosotros podríamos escuchar a Cristo llamándonos a la paz y al servicio. Nosotros podríamos escucharle llamándonos de las distracciones del mundo a la realidad eternal de Su propia presencia.
El Dios que guía nuestro universo inmenso en su viaje espacial, y sabe cuando se cae un pájaro y que ve cada pelo que se cae de nuestra cabeza—Él controlará todo. Sin embargo, si usted no es un cristiano—tiene algo por lo cual preocuparse. La Biblia dice “¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo” (Hebreos 10.31)! Usted puede tener la paz que sobrepasa todo entendimiento si usted entrega su propia voluntad inquieta a la voluntad de Dios, e inclinarse en sumisión a Jesucristo (Juan 6.47).