Había una vez un niñito que hizo una lancha de juguete. Él cuidadosamente esculpió el casco de un bloque de madera y lo pintó de color azul. Luego él la equipó con un asta y velas. Cuando se lo había terminado, él decidió probarla en el lago del parque de la ciudad.
Era un día bonito. El niño amarró una cuerda al frente de la lancha y la puso en el agua. El viento levantó las velas y llevó la lancha lejos. Pronto la lancha llegó a la punta de la cuerda, pero un soplo de viento haló tan fuerte que se reventó la cuerda y la lancha navegó hacia el otro lado del lago. El niño lloró porque la lancha se había ido.
Algunos meses después mientras el niñito estaba caminando por las calles de la ciudad, pasó una venta de juguetes. ¡Allí en la venta estaba su lancha! Estaba rayada y sucia pero definitivamente era su propia lancha! Alguien había hallado la lancha y la vendió al dueño de la venta de juguetes. Ahora tenía un precio de $2.00. El niño fue de prisa a su casa y recogió todo su dinero. Regresó de prisa a la tienda y compró la lancha. Él la llevó a su casa, la limpió y la dio una nueva mano de pintura y una nueva vela. Luego la miró felizmente y le dijo a la lancha “Pequeña lancha, tú eres mía dos veces. Yo te hice y te compré.” La historia es una ilustración de lo que Dios hizo por nosotros.
1. La Labor y El Gozo de Crear
El niñito gastó muchas horas felices en hacer su lancha. Él había esculpido cuidadosamente el casco, lo lijó y lo pintó. Él la había equipado con un asta y velas. Él había disfrutado el trabajo, y muchas veces lo mostró a sus padres mientras trabajaba. El niño estaba alegre cuando la había terminado. Él experimentó ambos, la labor y el gozo de crear algo.
Pensemos un poco en un constructor más grande, el cual es Dios el Creador. La obra más grande de Dios fue el hombre, que fue hecho en Su propia imagen. Tanto como fue un gozo para Dios crear el universo, así es un gozo para un niño construir una lancha o para una niña costurar un vestido, o para un hombre o mujer hacer algo de belleza o útil. Crear algo lleva esfuerzo. Se necesitaba mucho trabajo para el niño hacer la lancha, pero cuando un niño mira su lancha terminada o cuando una niña mira su pastel bien decorado o cuando Dios mira Su creación terminada, el trabajo parece poco comparado con el gozo de la obra terminada.
2. El Riesgo y El Dolor de Perder
Hay un riesgo en intentar hacer cualquier cosa. Hay un desánimo y dolor cuando algo que ha sido creado se pierde. El niño podría haber guardado su lancha en la casa donde hubiera estado segura, pero él quería verla navegar. Dios podría haber hecho el hombre un robot sin el poder de desobedecerle a Él. Pero Él quería ganar el amor del hombre y disfrutar el compañerismo dado voluntariamente por el hombre. Entonces Dios dio a Adán y a Eva la libertad de escoger: el poder de obedecerle y amarle a Dios, o de rechazarle y desobedecerle. Adán y Eva escogieron creer a Satanás en vez de a Dios. Ellos llegaron a ser enemigos de Dios y esclavos de Satanás. Dios sabía que esto podría suceder, pero Él tomó el riesgo para permitir el hombre amarle libremente y traerle gloria.
3. El Gozo de Redescubrimiento
El niño descubrió su lancha en la venta de juguetes. Ciertamente Dios conoce a aquellos entre los pecadores perdidos y errantes que están dispuestos de aceptarle a Jesús y ser traído de vuelta. Jesús sabía que Zaqueo le aceptaría por fe o Él nunca le hubiera llamado que se bajara del árbol sicómoro. Esto es algo que nuestras mentes limitadas casi no pueden entender; no podemos saber qué pasará en el futuro. Pero Dios sí sabe. David dice en Salmo 139.2 “Has entendido desde lejos mis pensamientos”. Entonces vemos que Dios sabe si nuestros pensamientos hacia Él son de obediencia o de rebelión, y Dios sabe lo que nuestra voluntad ha determinado hacer. Si estamos dispuestos a creer que Dios conoce nuestros pensamientos, entonces podemos entender que Él dará su gracia salvadora a todos quienes la recibirán. La Biblia nos dice muchas veces que Dios quiere que todos sean salvos, y podemos creer que Su gozo es grande cuando alguien acepta Su oferta de salvación.
4. La Recompra o Comprar de Regreso
Cuando el niño descubrió su lancha en la ventana de la venta de juguetes, él recogió todo su dinero para comprarlo otra vez. Nos hace recordar la historia que Jesús contó del mercader que estaba buscando perlas bonitas. Cuando el mercader halló una perla de gran valor, él vendió todas sus posesiones para comprarla. Para Jesús, quien ayudó a crear el universo, los pecadores que quieren venir a Él son las cosas más preciosas en el mundo. Pero hay una diferencia entre el niño que compra nuevamente su lancha y nuestra redención. El plan de salvación es muchas veces mencionado como “redención”, lo cual significa poner en libertad a alguien en esclavitud o cautividad por medio de pagar un rescate. Nosotros éramos esclavos de Satanás, pero Jesús no necesitaba comprarnos de regreso de él, porque todavía pertenecíamos a Dios. Pablo dice en Colosenses 1.13 que Dios nos ha librado del poder de Satanás y nos trajo en el reino de Su amado Hijo. Juan dice en 1 Juan 3.8, “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo”. Entonces vemos que no estamos libres del poder de Satanás por pagar un rescate, sino por el poder de Dios, lo cual es más grande que lo de Satanás. Jesucristo tomó el castigo por nuestros pecados. Dios nos amó aun cuando éramos pecadores. Pero la ley de Dios requiere que todo pecado sea castigado y cuando Jesús tomó nuestro castigo, Él nos compró de regreso a Dios.
5. La Renovación y Reparación de La Lancha
La pequeña lancha estaba rayada y sucia mientras estaba perdida. El niño la limpió y la pintó y le hizo una nueva vela. El hombre estaba manchado y arruinado por la caída de Adán y Eva y nosotros estábamos perdidos de Dios. Nuestra naturaleza llegó a ser pecaminosa, y por nuestros propios esfuerzos no podíamos agradecerle a Él. Cuando Jesús tomó nuestro castigo, esto fue como el niño comprando de regreso la lancha; nosotros entonces pertenecíamos a Dios otra vez. Pero nosotros todavía necesitamos ser limpiados y renovados, y esto es la obra del Espíritu Santo trabajando lado a lado con nosotros, porque somos trabajadores con Dios. Si permanecemos en Jesús y rendimos nuestras vidas al control de Su Espíritu, Él se gozará en limpiarnos y nos hará dignos de ser adornos en la casa de Dios.
Entonces ahora venimos al final de nuestra historia. La pequeña lancha está puesta segura en el cuarto del niño, dándole placer y recuerdos felices cada vez que la mira, pero siempre está dispuesta a servir al niño cuando él quiere. Justo así, nosotros servimos a Jesucristo aquí mientras estamos siendo preparados para tomar nuestro lugar en la casa del Padre, donde estaremos con Él por la eternidad.