El nuevo nacimiento es el cambio más grande que Dios trabaja en nosotros cuando cumplimos las condiciones de salvación. El nuevo nacimiento no es como voltear a una nueva página. No es solamente cambiar nuestras actitudes, o cambiar nuestra manera de hablar. El nuevo nacimiento es un trabajo que la gracia del Señor realiza en el corazón de los pecadores arrepentidos cuando responden a la invitación del Evangelio.
Jesús (de la misma manera que los apóstoles Pedro, Santiago, y Juan) se refiere a la regeneración espiritual como un “nacimiento” (Juan 3.5-7; I Pedro 1.3,23; Santiago 1.18, I Juan 3.9). El Espíritu Santo se mueve silenciosamente en el corazón de una persona arrepentida y que ha creído, provocando cambios maravillosos.
Toda esa experiencia tiene un elemento de misterio. Jesús dijo, “El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va: así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3.8). Hay que observar lo que la Biblia dice sobre nacer nuevamente.
1. La Necesidad del Nuevo Nacimiento
Jesús le dijo a Nicodemo (un hombre bastante respetado y una persona de buenos morales), “Tú debes nacer nuevamente.” La palabra “debes” hace claro que el nuevo nacimiento no es opcional. El nuevo nacimiento es una absoluta necesidad.
El nuevo nacimiento es necesario por nuestra propia inhabilidad de agradecer a Dios. El primer hombre, Adán (a través del pecado de desobediencia) adquirió una naturaleza pecaminosa, y esta naturaleza ha sido transmitida en el nacimiento de cada uno de sus descendientes. Cada uno de nosotros tenemos una naturaleza pecaminosa, es una naturaleza que provoca enemistad con Dios, de tal manera que somos incapaces de agradar a Dios. La Humanidad (desde la caída en Génesis 3) ha sido establecida en un estado de pecado, en una condición tan profunda que no somos capaces de eliminarla con nuestras propias habilidades. Nosotros, por nacimiento, automáticamente no deseamos, entendemos y disfrutamos las cosas de Dios. Jeremías dice que engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso (Jeremías 17.9).
El nuevo nacimiento es necesario por la absoluta pureza y santidad de Dios. Dios es luz, y en Él no hay tinieblas. Dios habita la eternidad y su nombre es el “Santo” (Isaías 57.15). Él se mantiene y por siempre será el absoluto y eterno enemigo del pecado. Santidad significa estar limpio, puro, y libre de contaminación. Dios desea que seamos santos porque Él es santo (I Pedro 1.15-16). Y aun cuando pensamos en deseos pecaminosos y nos inclinamos a tener las mismas características de nuestra vida pasada, sabemos que no hemos alcanzado el estándar. La santidad de Dios nos demanda un cambio radical dentro de nosotros, y a menos que nazcamos nuevamente, siempre habrá una gran separación entre nosotros y Dios.
2. La Naturaleza del Nuevo Nacimiento
Si el nuevo nacimiento es semejante a una tremenda necesidad, ¿De qué se trata? ¿Cómo lo explicamos? ¿Adónde debemos ir?
El termino “nacer de nuevo” habla de una transformación interna y moral que te dirige a cambios externos en tu manera de vivir. El apóstol Pablo lo llama “el lavamiento de la regeneración” (Tito 3.5). El apóstol Pedro habla de esto como siendo “participantes de la naturaleza divina” (II Pedro 1.4). El apóstol Juan se refiere a esto como “pasando de muerte a vida” (I Juan 3.14).
El nuevo nacimiento es un cambio interno del corazón. Como siendo “nacido del Espíritu”. Cuando una persona cree el mensaje del Evangelio, el Espíritu Santo imparte a la persona una nueva vida, la vida de Dios. Esto se describe como renovación del Espíritu Santo (Tito 3.5). El nacer de nuevo es un tremendo cambio espiritual cumplido en el corazón humano por el Espíritu Santo. No es solamente ser perdonado de los pecados pasados; ¡es el caso de ser hecho nuevo otra vez! Dios en Su gracia ofrece un cambio en la naturaleza humana, un cambio tan decisivo que el dominio del pecado es vencido. El nuevo nacimiento es un misterio que no se puede explicar; pero al mismo tiempo es una realidad que ninguna persona es capaz de ofrecer una explicación.
El nuevo nacimiento es cumplido por el Espíritu Santo trabajando silenciosamente en el corazón de alguien que cree, pero el Espíritu Santo solo realiza el cambio cuando hay por lo menos tres respuestas humanas:
a) Debemos darnos cuenta de nuestra condición de pecado y que estamos perdidos. Nuestras definiciones de pecado a menudo son superficiales, y fallamos en darnos cuenta de que todos nosotros en gran manera hemos ofendido a Dios.
b) Debemos mostrar arrepentimiento por la vida pasada de pecado. Arrepentimiento es la reversión de nuestras actitudes. Todos aquellos que se arrepienten cambian su actitud hacia el pecado. Bajan sus cabezas en vergüenza y afligidos por haber tomado participación en historias obscenas, pláticas imprudentes, profanación del Día del Señor, actitudes sexuales ilícitas, etc. Todos aquellos que se arrepienten cambian su actitud hacia Dios. Ellos son especialmente afligidos en el caso particular de pecar habiendo rechazado a Cristo por muchos años. Todos aquellos que se arrepienten cambian su actitud hacia sí mismos. En lugar de justificar sus errores, ellos se vuelven agobiados con la percepción de su propia indignidad. El arrepentimiento es semejante a dolor por el pecado cometido que son dispuestos de volver del pecado con todo el corazón.
c) Debemos creer en el trabajo de Jesús en la Cruz. Cuando Jesús le dijo a Nicodemo acerca del nuevo nacimiento. El le explicó como será levantado en la Cruz (ve Juan 3.14), y entonces concluyó con las palabras, “Para que todo aquel que en él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3.15). El tiempo de la palabra “creyere” expresa una acción continua. Significa el mantenerse creyendo. El énfasis no es únicamente en un momento de fe, pero en una actitud continua de fe en Jesucristo y de sumisión a Él. El individuo sigue al Señor en la experiencia de bautismo en el agua, busca compañerismo en una iglesia en donde se enseñe la Biblia, y hace un compromiso de caminar día con día con el Señor Jesús.
El nuevo nacimiento, entonces, es una transformación interna y moral cumplida por el Espíritu Santo, pero para obtener la experiencia de transformación, debe haber una respuesta humana.
La gente no necesariamente llora o grita o tiembla cuando el nuevo nacimiento ocurre. Jesús dijo que el nuevo nacimiento es en muchas maneras como el viento (Juan 3.8), y todos sabemos que el viento no siempre sopla de la misma manera. Algunas veces sopla en una tormenta severa (un tornado, ciclón, o huracán) pero a menudo el viento sopla en una suave brisa de noche. Así que, la experiencia de conversión (el nuevo nacimiento) varía en gran manera. Hay aquellos en donde las conversiones fueron casi ciclónicas; ellos nacen nuevamente en trueno, relampagueo y tormenta. El Apóstol Pablo, en el camino a Damasco, tuvo una experiencia que incluyó una luz repentina y una voz del cielo. Pero muchos otros tienen una experiencia no tan dramática. En años anteriores, algunos individuos tuvieron padres devotos que diariamente se juntaron alrededor del altar familiar. Ellos fueron salvados de los más intensos pecados. Pero aun así, ellos nacieron con tendencias pecaminosas, con una naturaleza inclinada a pecar, en donde, querían hacer su propia voluntad, atacaban con enojo, o realizaban cosas similares. Su conversión es a menudo tan simple y tan natural como el gentil soplar de una brisa de verano. Este tipo de conversiones puede ser tan genuina como la conversión de uno que por muchos años ha vivido en las profundidades del pecado, y que tuvo una experiencia de conversión explosiva.
3. La Evidencia del Nuevo Nacimiento
El nuevo nacimiento es algo que nadie puede ocultar. Si una persona realmente nace de nuevo, hay un cambio radical en vida y carácter. El trabajo misterioso de Dios en el corazón humano cambia nuestros gustos, hábitos, deseos, opiniones, apariencia y nuestras esperanzas del futuro. Evidencias del cambio serán observadas en un número de áreas:
a) Habrá un nuevo amor por otros seres humanos. Habrá amor incluso por enemigos. La Biblia dice, “Cualquiera que ama, es nacido de Dios, y conoce á Dios.” (I Juan 4.7). Esto no significa que toda madre que ama a su hijo(a) es nacido de Dios, o que cada joven que ama a su novia es nacido de Dios. Hay palabras Griegas especiales para describir ese tipo de amor. El amor que Juan habla es el tipo de amor en “I Corintios 13”. Es un amor sufrido, benigno, y no se irrita. Cada uno que ama con este tipo de amor es nacido de Dios.
La prueba genuina para entender si tenemos o no amor genuino es mostrada mediante nuestra actitud contra aquellos que nos abusan. Esa es la prueba que Jesús manifestó desde la Cruz. Bajó los ojos para mirar las manos salpicadas con sangre de aquellos que le crucificaron y dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34). Esteban mostró amor verdadero cuando el oró por aquellos que le estaban apedreando, y dijo, “Señor, no les imputes este pecado” (Hechos 7.60). Una de las evidencias del nuevo nacimiento es un nuevo amor incluso por aquellos que nos maltratan.
b) Habrá una obediencia devota a los mandamientos de Dios. El apóstol Juan, en I Juan 5.3, dice que por aquel que es nacido de Dios, los mandamientos de Dios “no son penosos” (no son gravosos).
En algunos círculos hoy, “obediencia” es casi una palabra contaminada. Si alguien habla acerca de obediencia al detalle de los mandamientos del Nuevo Testamento, ellos dicen “parece que estás tratando de crear tu camino al cielo.” Pero esto no es así de ninguna manera. Nosotros somos salvados por la gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo y no por nuestras obras. Hay una diferencia entre “buenas obras” y “obediencia”. Buenas obras son actos cálidos de amor que nacen de la actitud correcta hacia Dios. Buenas obras hablan de “servicio”. Obediencia es el acto de seriamente llevar a cabo las instrucciones de otro. Obediencia habla de “complacencia”. (Para escapar el error de salvación por medio de obras, algunos han caído en la herejía de enseñar salvación sin obediencia). La Biblia no reconoce fe como una fe valida a menos que la fe nos guie a obediencia. Lee Hebreos 5.9. Aquellos que piensen que son salvados, pero no les importa el obedecer las instrucciones específicas del Nuevo Testamento, deberán pensar muy seriamente lo que significa el agradar a Dios.
La Biblia dice que los que creyeren enseñarán a nuevos discípulos “para observar las cosas” que nuestro Señor nos ha mandado. No son aquellos que dicen, “Señor, Señor” quien entrarán en el reino de los cielos, mas el que “hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7.21). Aquellos que han nacido nuevamente, no solo tienen el deseo de escuchar, pero el de hacer, la voluntad de Dios.
c) Habrá un rechazo deliberado de practicar el pecado. Podemos leer en I Juan 3.9 que “cualquiera que es nacido de Dios, no hace pecado”. El tiempo de esta sentencia Griega claramente se refiere a la práctica continua de pecado. El pecado no es un hábito regular en la vida de aquellos que han nacido nuevamente. Aquellos que han nacido de Dios no viven en pecado. Ellos ya han recibido una nueva naturaleza, una naturaleza divina, una naturaleza que aborrece el pecado. Ellos desprecian cada situación de pecado. Y en su lugar, ellos se encuentran amando las Escrituras más, y con deseos de orar más a menudo, y día con día ellos vienen a ser más placenteros, corteses, y personas positivas. El nacer nuevamente provoca en una persona el deseo a más maduración espiritual, y las victorias nuevas son ganadas sobre los ataques del pecado.
Un grupo de ateos criticaron la Biblia. Uno de ellos habló de la creación. Él dijo “¿Qué hombre con sentido común puede creer que hace muchos miles de años, Dios se inclinó y tomó del barro más impuro, respiró sobre de eso, y lo cambió en un ser humano?” Un Cristiano recientemente convertido parado de lado de ellos escuchó la conversación y respondió diciendo, “No podré responder a todas las preguntas acerca de la creación, pero esto sí sé: Una noche Dios se inclinó y tomó del barro mas impuro en esta ciudad, respiró sobre de eso con su Espíritu, y cambió a un apostador, tomador, ladrón, y fornicador desgraciado en un pacificador sirviente de Dios. Yo fui ese hombre.” (Así que, mi amigo, sea quien seas, lo que Dios ha hecho por otros, lo puede hacer contigo).
Para todos nosotros el futuro es incierto. El tiempo pasa rápidamente. Tú quizás no tendrás otra oportunidad como la que tienes en este momento. Mi amigo, el día seguramente vendrá, en el que aquellos que no nacieron nuevamente desearán no haber nacido nunca. Jesús murió para proveer un camino de salvación eterna. ¿Por qué no creer, recibir, y obedecer a Jesús en este momento? Haz un compromiso de continuar el camino de discipulado, buscando seguirlo a Él día con día.